Vladimir Hernández
¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la ciencia ficción?
Mis primeros contactos con la ciencia ficción datan de mediados de los años 70, cuando tenía apenas 10 años mis padres me compraron un libro de relatos de ciencia ficción soviética llamado Un Huésped del Cosmos. El libro tenía historias de variada calidad, pero en aquel volumen conocí un género tan interesante que me hipnotizó (entonces no me daba cuenta que lo que yo sentía al leer aquellas historias era pura adrenalina intelectual, una cosa que sólo me habían transmitido mis lecturas infantiles de Julio Verne). En honor a la verdad no me arrepiento haber comenzado (de hecho, haberme criado) con la ciencia ficción soviética, y sus preocupaciones profundamente humanísticas. La primeras historias que recuerdo son un relato de los hermanos Strugastky llamado El Reflejo Espontáneo, sobre un robot que descubría el libre albedrío, y una magnífica historia de Vladimir Savchenko llamada El Despertar del Profesor Bern, sobre un hombre que se criogeniza en los años 50, antes de un conflicto nuclear inminente a escala global, y “duerme” durante 18 milenios para contemplar los albores de una nueva humanidad. Aquellos relatos y otras antologías de ciencia ficción soviética que leí después cambiaron para siempre mi modo de ver la literatura.
¿Era difícil conseguir libros de ciencia ficción en tu
país?
Las dificultades de conseguir libros de ciencia ficción en Cuba vinieron años después, cuando descubrí que existían escritores tales como Isaac Asimov, Ray Bardbury y Robert Heinlein. Había encontrado otra manera de ver la ciencia ficción, con una atractiva estética, un excitante vértigo intelectual y un sentido de la maravilla absolutamente diferente al propuesto por los autores del bloque socialista. Nombres indispensables para comprender el género, como Silverberg, Bester, Niven, Le Guin, Farmer, Ballard, Aldiss o Herbert (por no hablar de pilares clásicos como Clarke y Heinlein) que nunca han sido publicados en Cuba, ni siquiera en forma de relato. Afortunadamente hay grandes coleccionistas en Cuba, un país que funciona mucho por subculturas y contraculturas, y pude ponerme en contacto con ellos, y conocer el enorme acervo temático del género que cada vez me fascinaba más, mientras conformaba mi preocupaciones como lector y ejercía una fuerte influencia sobre mi propia cultura. Las dificultades grandes empezaron cuando traté de ponerme a tono con la década de los 80. Mis amigos, escritores y lectores de ciencia ficción y yo tuvimos que desarrollar estrategias muy sutiles para conseguir libros que no entraban en la Isla. Repito: tiempos difíciles. Pero algo se fue logrando y hemos establecido una red de amigos en diferentes países que nos han ayudado a leer mucha crítica y a conseguir buenas novelas.
Cuentas que tú y otros autores de tu generación
forman la vanguardia del género en Cuba. ¿Cuándo se dieron
cuenta de esto?
Habíamos empezado a escribir a mediados de los ochenta, y a principios de los noventa nos dimos cuenta que nuestras lecturas y nuestra manera más postmoderna de contemplar la realidad y distorsionarla en especulaciones inteligentes nos estaba poniendo a la cabeza de los autores con preocupaciones por escribir ciencia ficción en Cuba. No pensamos que fuéramos la vanguardia del género en Cuba porque poseíamos un estilo más depurado que las anteriores generaciones de autores, sino porque el espectro temático que abordábamos era mucho más amplio y bastante más sofisticado que las especulaciones futuristas de los autores de nuestra propia generación. En mi antología Horizontes Probables hago una declaración de principios en el prólogo argumentando porqué considero que somos la vanguardia de la ciencia ficción cubana. Entre estos autores está José Miguel Sánchez (Yoss), Fabricio González , Ariel Cruz y Michel Encinosa por mencionar algunos. Ahora mismo está a punto de salir en Cuba otra antología, llamada Onda de Choque que he preparado sobre los autores cubanos de vanguardia.
¿Cómo surgió la idea de escribir tu primer libro?
Definitivamente no planeé escribir mi primer libro; simplemente me di cuenta de que tenía una cantidad de relatos que exploraban una serie de temáticas interrelacionadas con las obsesiones que me definen como fabulador, y que podía convertirlos en una recopilación. En ese libro, Nova de Cuarzo, aparecen relatos míos de los noventa, incluida una colaboración con el escritor Ariel Cruz.
¿Qué autores te han servido de ejemplo para escribir ciencia
ficción?
Algunos de mis ejemplos a seguir son mis autores favoritos. Me fascina la obra de autores como William Gibson y Bruce Sterling; ambos redefinieron mi forma de extrapolar los tiempos que puedan venir. También encuentro impresionante las historias de Greg Bear, James Patrick Kelly y Greg Egan. Todos ellos son autores que pueblan mi cabeza de valiosos resortes especulativos; que activan insospechadas regiones de mi mente con sus ríos de fuego intelectual.
¿Cuántos premios te han otorgado y cuál
de ellos ha sido el más importante o significativo?
El año pasado tuve la suerte de ganar tres veces el premio Espiral, en las categorías de relato corto con Fragmentos de una Fábula Posthumana, de mejor antología con Horizontes Probables y de mejor colección de relatos con Nova de Cuarzo. Luego, a finales de 1999, mi novela corta Signos de Guerra quedó finalista destacada en el premio internacional de novela corta de ciencia ficción, que patrocina la Universidad Politécnica de Catalunya, y salió publicada en el libro de los Premios UPC 2000. Este año he ganado el premio internacional Terra Ignota, en México, con un relato muy tecno en clave space opera llamado El correo González. En realidad creo que todos los premios han sido igualmente importantes para mí. Todos ellos han sido parte de una etapa de “visualización” que estoy desarrollando como autor de ciencia ficción para insertarme en el difícil mercado internacional. El más significativo es, tal vez, el finalista destacado en el Premio UPC, ya que ese es el más importante premio en Europa, de carácter internacional.
¿Qué estas escribiendo ahora?
Ahora estoy terminando un relato que finaliza una colección de cuentos que contiene a la colección anterior y nuevas historias. El libro se llamará Sueños de Interfase. Mi próximo libro es una novela basada en mi cuento Nova de Cuarzo. Es una historia multifocal, ambientada en el futuro hipertecnológico del 2050, en una ciudad Habana muy transformada, en la ciudad de México y en Dusseldorf. Uno de los protagonistas es una chica marginal a la que le implantan cerebralmente una tecnología punta, y esa tecnología, como sucede en casi todas mis historias, alcanza su propia autonomía y escapa de control. En general, estoy muy interesado en la tecnología como generador de conflictos humanos.
¿Existen proyectos de traducción o ediciones en otros países?
Tengo varios relatos traducidos al francés y al inglés y mi relato Punto de Encuentro saldrá en Estados Unidos en una antología de ciencia ficción latinoamericana editada por la Universidad de Hamlin, en Minessota. Me encantaría que todos mis relatos fueran traducidos a otros idiomas, para llegar a un más amplio sector de lectores.
¿Cómo fue tu experiencia en la Semana
Negra?
Mi experiencia en la Semana Negra fue impactante. Dar entrevistas
y poder hablar de mi obra me aclaró muchas cosas acerca de mí
mismo. El evento fue formidable y muy bien preparado. Me he convertido en
un fan absoluto de la Semana Negra. Conocí a muchos colegas y gente
magnífica. Tuve además la oportunidad de conocer personalmente
a leyendas de la ciencia ficción internacional, como el norteamericano
George R. R. Martin, la argentina Angélica Gorodischer, y el inglés
Ian Watson. Aún recuerdo cuando leí en 1981 un relato de George
Martin, que me conmovió profundamente, y se convirtió en uno
de mis preferidos de siempre. La Semana Negra ha sido como vivir un sueño
despierto.
Gijón, Semana Negra 2001